Con morbos
similares, apasionadamente, las cotorras de la televisión se enzarzan en
diatribas sobre la repugnante corrupción de esta epidemia que constituyen los
políticos y también en los meandros íntimos que relatan (“vengo a contar mi verdad”; “y yo, la mía”) los titiriteros y las
bufonas de la otra farándula, la de toda la vida.
Se ve que
nuestra sociedad, abundante en viejas del visillo, está conforme, incluso
complacida, en dejarse embaucar con las más frívolas y/o tendenciosas teorías y
así podemos ir borrando de la “candente actualidad” el espanto de la dana y las
canalladas de los culpables gestores de sus consecuencias. Por ejemplo.
Casi todo
anda ya en los tribunales de justicia o in, según se mire. Y lo gordo del
asunto es que, después del trabajísimo que suponen los problemas para la
policía y los jueces, y el derroche de dinero, tiempo y energía que se funde en
ello, cualquier porquería puede acabar archivada…
-¿O indultada?
-No te referirás a los autores del separatismo, el
terrorismo, la juerga de los ERE, etc…
-Ni “me se” ocurriría, anda ya.
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