martes, 17 de diciembre de 2024

Con infinita desolación,

 

compruebo una vez más la inundación de camisas para caballeros que sufren, o con sumisión indigna admiten e incluso fomentan, las grandes, medianas y pequeñas “superficies” dedicadas a ese comercio, entre otros menesteres.

La unanimidad se impone en unos cuellos ridículos de forma y tamaño, incapaces de amparar cualquier nudo de corbata imaginable. Si es cosa de los fabricantes, allá se lo hayan con el consentimiento negligente y servil de semejante “tendencia”.

Ni siquiera las recoletas, selectas y postineras tiendecitas de especialistas en ropa masculina escapan a ese “fatum” y no ofrecen nada muy diferente.

¿Es racaneo en el material, rutina imperdonable de la creatividad? ¿Cobardía simple?

Emplazo, en estas “fiestas entrañables”, a algún intrépido disidente que se atreva a recobrar y lanzar de nuevo el cuello inglés clásico que solían usar The Beatles, de armoniosas y cumplidas palas, de ángulo agudo (sin llegar a la exageración que muestran en el cine los personajes mafiosos), en fin un cuello “como Dios manda”.

¿Soy la voz que clama en el desierto o, au contraire, cher amis, me asisten kilogramos de razón?

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