compruebo una
vez más la inundación de camisas para caballeros que sufren, o con sumisión
indigna admiten e incluso fomentan, las grandes, medianas y pequeñas “superficies”
dedicadas a ese comercio, entre otros menesteres.
La unanimidad
se impone en unos cuellos ridículos de forma y tamaño, incapaces de amparar
cualquier nudo de corbata imaginable. Si es cosa de los fabricantes, allá se lo
hayan con el consentimiento negligente y servil de semejante “tendencia”.
Ni siquiera
las recoletas, selectas y postineras tiendecitas de especialistas en ropa masculina
escapan a ese “fatum” y no ofrecen nada muy diferente.
¿Es racaneo
en el material, rutina imperdonable de la creatividad? ¿Cobardía simple?
Emplazo, en
estas “fiestas entrañables”, a algún
intrépido disidente que se atreva a recobrar y lanzar de nuevo el cuello inglés
clásico que solían usar The Beatles, de armoniosas y cumplidas palas, de ángulo
agudo (sin llegar a la exageración que muestran en el cine los personajes mafiosos),
en fin un cuello “como Dios manda”.
¿Soy la voz
que clama en el desierto o, au contraire,
cher amis, me asisten kilogramos de razón?
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