miércoles, 5 de abril de 2023

Un alquimista en el fogón

 

No obstante carecer de lo que por lo general entendemos como un carácter marcadamente valeroso, de forma esporádica me acomete un impulso súbito de enfrentarme al Destino y me planteo unas patatas fritas “caseras”.

Esto implica pelarlas con antelación. Mi escepticismo, y también una cierta tendencia a no asumir sin más los convencionales estilos establecidos, me han llevado al desarrollo de mi propia técnica, que los detractores podrán esgrimir como fuego a discreción que contribuya a mi ya razonable descrédito.

Enumero aquí los pasos del, por otra parte, elemental aunque quizá poco clásico “método de pelar patatas contra las costumbres y leyes vigentes”:

1º.- Tabla de madera, de superficie intermedia, colocada horizontal sobre la encimera de la cocina.

2º.- Cuchillo manejable y de afilado reciente.

3º.- Patata: hay que posarla. Se trata de conseguir, dada su habitual forma irregular, un equilibrio para que permanezca en posición vertical, como piedra de Stonehenge. Para ello corto uno de los dos “culetes” (que son como decir el afelio y el perihelio de la órbita), y una vez en pie, procedo a cortar, en sentido vertical aproximado, tiras de la cáscara, perfilando luego los pequeños detalles no alcanzados en esa primera instancia.

4º.- El formato es a elegir: rodaja fina o de moderado grosor, a taquitos o del tipo “bastón”, de todos conocido.

5º.- Recipiente con agua para dos leves remojones de los fragmentos obtenidos. (Conservo esta recomendación de mi madre, que era partidaria de quitarles un poco el almidón. No tengo constancia científica.)

6º.- El resto ya es cosa de la sartén, del aceite de oliva virgen extra, etc.

 

-¿Sal “ad libitum”?

-Ciertamente.

-¿Lección magistral?

-Apenas.  

1 comentario:

  1. ¡Pardiez!. Barroca forma, en suma, de pelar una papa. Vuesa Merced no parece escarmentar en el intento de complicadas actividades domésticas. ¡Suerte, valiente!

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