jueves, 26 de enero de 2023

Ni al pan, pan, ni al vino, vino

 

“Pa” qué.

Entre la corrección política, relativamente contemporánea como forma del embuste, y los eufemismos de toda la vida, se deslizan con anestesia cómoda nuestras hipocresías y nuestras cobardías. Es un festival del “confort”.

Rebozados en disimulo, blandos elusivos adictos al algodón, cualquier cosa menos ir directamente al grano.

Así que llevamos meses diciéndole “efectos indeseados” a las flagrantes cagadas de una ley cuyos fallos siguen sin corregir las burras y los burros (con perdón de los venerables animales así llamados) que la redactaron, quienes a su vez no dejan de ser unos indeseables.

Mientras, Perro, risa eufórica de pasota, okupa de su nube premeditada, hace como que juega al ajedrez sobre una mesa con tapa resplandeciente de cristasol y en su salón divino de la muerte, cuadros de arte abstracto, iluminación impecable, de medida elegancia, todo diseño y -casi se palpa- una calefacción que derrota por goleada a la ola de frío y desdeña con seguridad las recomendadas y “deseadas” restricciones.

(Mi radiador de aceite apenas pasa de la teoría a la acción. No quiere complicidades con el cambio climático, que tan “indeseado” sabemos.)

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