jueves, 12 de enero de 2023

El arte y el mercado: un introito y una larga pregunta

 

Lo que pasa es que se extiende mucho la confusión y, por ejemplo, a la palabra música la sometemos a todo tipo de elasticidades y maltrato, consiguiendo que designe, que represente manifestaciones muy dispares y que dentro de ese malintencionado cajón de sastre (desastre) la ignorancia y el atrevimiento acumulen extraordinarios y asombrosos desvíos e impropiedades.

Porque ¿cabe la impunidad de que le digamos música:

por un lado a “Bring me a boat” (Kate Rusby y Declan O’Rourke) que asoma por internete derrochando hermosura en imágenes, instinto, talento y sensibilidad en las armonías de las dos voces, en el sonido del pasaje instrumental que (ya lo sabemos de cada vez) eriza la piel, cosquillea la oreja, incita esa humedad en los ojos que avisa de la emoción…

… y por otro -digamos también música- a los recientes exabruptos que (entre la prepotencia y la quemadura, y en forma de panfleto/canción pegadiza e intencionada, con éxito ya fulminante que se veía “de venir”) desahogan el despecho, legítimo o explicable que sea, de la bailona y bailable Shakira y su último y marciano colaborador?

(Y conste que todavía se dan ejemplos más graves.)    

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