viernes, 4 de junio de 2021

La gran tarde de toros

 

Cuando Pedro el calamitoso, prometiendo engaños con toda la jeta, se hizo con la presidencia, fiel a su acreditada granujería y en pago de apoyos y connivencias, se volvió loco nombrando más ministros que nunca.

De ellos (y ellas, venga, moninas, que el dilema preferente consiste en determinar quién plancha, no tanto a qué hora), los más notorios han exhibido un largo surtido de renuncios, torpezas y chapuzas; otros han sido casi invisibles: ¿alguien sabe, por ejemplo, qué labor ha desarrollado el tal Garzón?

 

Ahora asoman rumores de remodelación, aunque la mejor sería una destitución en masa, un “siniestro total” como en los partes del seguro del coche. Y para el “jefe inmarcesible”, una dimisión de urgencia.

Pero la gran tarde de toros que los aficionados con ansia esperan y necesitan, qué contrariedad, no va a producirse. Queda agonía; y de fondo, la pregunta interesante puede ser: ¿se van a ajustar, con buena memoria, las cuentas de este desorden, el día que toque votar? ¿O sólo, con mansedumbre inerte, nos amoldaremos a los sábados de lavadora?

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