viernes, 11 de diciembre de 2020

Entre veteranos

 

Bob Dylan, según por la tele nos comunican en esos rótulos movibles con ínfulas de teletipos, vende sus derechos de autor por una cantidad de dólares tirando a mollar. Sus cuentas habrá echado él y, sobre todo, habrán echado esos buitres no leonados sino leoninos, que manejan sin piedad y sin escrúpulos los delicados destinos de los autores y compositores.

Los destinos. “A twist of fate” podría llamarse un movimiento que, casual y elemental y todo, a Lady Taladro ha causado un fiero trastorno entre ciática y lumbalgia con el que, en estas jornadas, está “viendo las estrellas”.

Y esta mañana, guiños de las neuronas, saltos de ese grillo caprichoso que es la memoria, citamos para el recuerdo al linimento Sloan, que yo conocí por vez primera de niño, para las agujetas que alguna excursión, campestre y desusada, produjo en el Pedroso. Muy luego, es posible que de forma esporádica, y como soy clásico de mío, algún frasco de ese bálsamo de Fierabrás habrá pasado y paseado su eficacia (real o sugestiva que sea) por alguno de mis percances, ya viviendo en Madrid. Claro, ungüento que hemos conocido como lo del Tío del Bigote, no iba a serme ajeno.

Hoy lo reseño porque, entre veteranos, fijo que Dylan (esa estrella como las que ve Lady Taladro) también lo conoce.                                 

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