viernes, 1 de noviembre de 2019

Una romántica aventura encantadora

Como no sea en Barcelona, en los tiempos que corren resulta difícil encontrar un nivel de destrozos equiparable al que casi siempre incorporan las sucesivas entregas de Terminator.
La que a la sazón se exhibe en nuestros cinematógrafos, no desmerece de las anteriores ni decae en lo que atañe a la ingente cantidad de material que se destruye para dar vigor y realce a un esquema que tiene inconvenientes serios para ser aspirante a la categoría de argumento.
Y aunque el supuesto vuelve a ser inverosímil de suyo, no habría estorbado algún gramo más de reposo para evitarnos la sensación de que estaba todavía a medio cocer. Claro que todo se hace cuesta arriba, si tenemos en cuenta que el "robot" enemigo juega con ventaja al ser de una sustancia viscosa y alquitranada que se regenera de forma automática y con comodidad, haciéndolo un punto menos que invencible, una cosa que "pa qué".
Arnold (¡cuánta Historia llevamos vivida!), su papel, se ha ido enterneciendo, como el abuelo ex-gobernador de California que es y a pesar de ello fulge correoso, entregadísimo a la causa y haciéndonos sentir confortables, en la comprobación de que es un héroe como de la familia.
Luego, decidme escéptico, pero no he podido soslayar una jocosa sensación de despego e incredulidad, oyendo el acento que lucen en el reparto ciertos personajes que el relato decide que sean mejicanos, y así, no hay más remedio.
Muchas armas, desde luego. El propio guión, con sutil humor, ya apunta: "Esto es Texas".
En fin, una romántica aventura encantadora.    

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