martes, 30 de septiembre de 2014

Artur(o) Mas y la CONSULTA



Recomendar la astucia como una virtud y ejercerla entre sonrisitas sardónicas, con el más vulgar resabio de farolero de póker, para parecer un “listo” más, un listo Mas.
No resulta mucho mérito para sillón que debería ser noble y que contigo anda pringoso y deteriorado, como sometido a la intemperie del puesto de venta ambulante más cutre del mercadillo. En un Banco, no te habrían tolerado tantos manejos de falsario director de sucursal y puede que ya estuvieses en el paro o en la trena.
Y barata, tu ironía de “sorprendido” por la insólita velocidad del Constitucional. Te lo esperabas de sobra porque, si nunca es tan rápido, tampoco son tan atrevidos e insolentes los provocadores.
¿La consulta? Va a ser la del psiquiatra.
En fin, dando por útil ese incomparable y galopante entramado de mentiras, nuestros políticos al mando, desde la Transición, han ido negociando sus interesadas componendas con tu cuadrilla y contigo. Unos y otros le habéis llamado gobernabilidad a esa cesión gradual a los chantajes, a ese intercambio de canalladas, lo que nos trae a esto: mucha gente engañada y soliviantada en la calle, azuzada a la enemistad y la antipatía y tú, con el dandy que te está empujando al filo del barranco. Tú, sacando patético y desesperado pecho, mientras te ves encima del tablón sobre la borda del bajel, listo (¿no lo eras tanto?) para caer al mar entre los tiburones porque, si retrocedes, te ensartará el sable de ancha hoja curva, cuya afiladísima punta ya te acaricia el trasero.
¡Qué bueno lo tuyo, “president”!

lunes, 29 de septiembre de 2014

Tras la siesta



Cuando despertó de la siesta, tuvo la sensación de haber escrito algo; pero era como parte del sueño, de una condición insegura o irreal.
Bebió un vaso de agua, conectó el televisor, resignado a padecer la programación de los sábados por la tarde. Todavía estaba medio aturdido, sin despertar del todo, y la sensación volvía. Examinó la mesa de trabajo, los borradores, las notas manuscritas por desarrollar.
Nada. Un poco intrigado, encendió el ordenador; y en efecto, estaba ahí, un asunto redactado… ¿en qué momento?
Conocía la expresión “laguna mental”. Recordó haber vivido algunas, tiempo atrás, cuando, en Madrid, por la mañana no podía precisar el itinerario, la combinación de calles por las cuales había regresado a casa conduciendo, la noche, la madrugada precedente. Aquello era fácil de atribuir a las copas trasegadas, nada que ver con el comportamiento veleidoso de una memoria general que, sin control aparente, filtraba, retenía o expulsaba los datos y los acontecimientos mediante una selección harto azarosa que no dependía, por lo visto, de su voluntad.
Claro que la ingesta (qué palabrita técnica) de ese mediodía no había sido abundante; pero la rebaja considerable de la dieta… y aquella siesta sin escapatoria, a pesar del café…
Revisó lo redactado; un poco absurdo pero puede que sirviera. La intención cotidiana del blog era ya un tren a punto de atropellarlo. Pensó: “un submarino lanzando torpedos contra el Hipocampo”.
Ahora duda si dejará navegar este comentario presente por el “jodío internete”.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Mariano, "hay una cosa que te quiero decir"



Fueraparte (como dice “el Herrera”) de las educadas y formalísimas conclusiones y decisiones del Constitucional, aquí entre tú y yo, de barba a barba…
Cuando se incumple, cuando se desobedece incluso con desafío la Ley, ¿se obliga al desobediente a cumplirla y se le sanciona?
Y si no, ¿con qué cara, dura o blanda, le predicarás al españolito de a pie que abone los impuestos, que se detenga en los semáforos en rojo, que nunca caiga en la ocurrencia de atracar bancos?
Lo digo para irnos haciendo una idea.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Lo gordo del asunto



Entrecerrar los ojos (no creo que Fujita le hubiese hecho un retrato) acentuando la cólera, acularse en tablas para lanzar derrotes peligrosísimos, proferir palabras broncas y amenazas clarísimas, en la mejor tradición de la Cosa Nostra…
La escena de ayer era impresionante, virulenta. Por la dimensión de la desfachatez, por la colosal envergadura de ese fenómeno de la corrupción que deja en el estómago una sensación de náusea, una honda desazón de “esto no se va a arreglar nunca”.
Y lo gordo del asunto estaba en el meollo de su ferocidad, de su destempladísima riña: que no miente cuando señala que la red de los “pringaos” es grandísima.
Cuando deja en evidencia que, de los representantes, hay que joderse, del pueblo (esquilmado, engañado), casi ninguno puede darse el lujo, sin cinismos, de tirar la primera piedra.
¡Cuánta porquería, paisanos!

viernes, 26 de septiembre de 2014

Progresismo



Es esa palabra tan esperanzadora e ilusionante de la que, como si fuera su denominación de origen, se han apropiado en exclusiva los ”espabilaos” que sabemos, para irse poniendo medallas que casi nunca merecen mientras casi siempre dan gato por liebre a los muchos ingenuos y favorecen los manejos de los muchos “interesados” en este país.
Bajo la etiqueta “progresista” se han puesto en circulación más de cuatro cosas que en rigor, más que avanzar, se diría que nos llevan en una dirección marcadamente ruinosa, a base de disimulo y/o manipulaciones reiteradas.
Un auténtico y benéfico progresismo no es lo que esta cuadrilla nos vende, con sus aburridísimas consignas y su manifiesta afición a revolver el río, que es donde los “progresistas” pescan a destajo su ganancia.
Menudo cuento, Daniel. No te lo creas.