martes, 13 de mayo de 2014

La Movida



Desde las patosas e inmadurísimas inocencias bobas de los años 50 hasta la dispersión obstinada y estéril de nuestros días, la música popular de consumo en España no ha conocido peor y más estafadora época que la que, con aterradora nostalgia, los cerebros más deshechos de nuestra población añoran y ponderan y cubren de un barniz de inútil e inmerecido resplandor.
Llaman a esos años de torpeza la Movida y, entre demasiadas copas y otros “alicientes”, tuvo lugar principalmente en Madrid, ciudad resignada a sufrir cualquier desafuero.
En ella vivía yo, cuando la epidemia se fue extendiendo con velocidad y profundidad, camuflando sus ignorantes atrevimientos e impertinencias con burdos disfraces seudoculturales y progresistas. Contra los que hablan de música y arte en general, aquel aquelarre de insolentes, aquel barato y tardío “retablo de las maravillas” apenas tuvo sustancia fuera de su carácter marcado de zarandeo sociológico e iconoclasta, de gansada multitudinaria perpetrada por  gente entonces joven que se amparaba en supuestas rupturas sin tener aportaciones y/o innovaciones de calado siquiera menor que ofrecer.
Fueron muchos a la tarea; lo cual, más que concederles entidad en el empeño, demuestra que las mayorías a veces se imponen sin razón y a bulto. Hubo incluso un alcalde que, espabilado y malicioso, hizo de bufón populista alentando aquel dislate.
Y todavía sobreviven parásitos que explotan los réditos de aquella mema pantomima, de aquel presuntuoso y vacuo circo en el que los payasos casi nunca tuvieron gracia, los acróbatas perdían el equilibrio y las fieras deambularon sueltas y desorientadas por la impericia de los domadores.

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