domingo, 15 de junio de 2025

Tiempo libre

 

-Hipocampo…

-Digui.

-¿Cabe deducir de tu texto precedente que los Beach Boys no te hacían mucho tilín, que no eran santos de tu devoción?

-Pintoresco estás: lo de “tilín”, hace siglos que no lo oía, y en cuanto a la devoción… va por dentro, chaval.

-Explícate.

-Como espectador, como oyente aficionadísimo a la música y ya entonces embarcado en su ejercicio, los escuché por primera vez cuando yo vivía en Santa Fe de Bogotá. Los jóvenes más modernos de allí y de entonces, como admiradores, incluso inconfesos, de USA, los aplaudían y festejaban como ejemplo de un oficio y una vida que mucho dejaban envidiar.

Porque eran realmente un magnífico grupo y la colección de canciones que lanzaron sigue siendo estimable. Así que personalmente todavía ahora los escucho, en el “Z”, a capota quitada, alquimista que reconstruye el espejismo de que de aquel estilo (playas, sol, surf, juventud y júbilo), algo queda más allá de las quimeras, y que sus temas continúan acompañándonos, cuidándonos en la memoria más de cuatro ternuras.

-¿Eso escuchas?

-Y alegrías de Cádiz.

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