miércoles, 4 de junio de 2025

A vueltas con el SÓLO

 

Desde que la RAE, seguramente pusilánime y también resignada a lo ¿inevitable?, decidió ir concediendo facilidades cobardes al empleo del idioma español, como consecuencia lateral de “globalizaciones”, “tendencias”, llanezas falsamente “democráticas”, ecumenismos postconciliares y toda la morralla restante, andamos (los del bachillerato de cuando se estudiaba) defendiendo y, en minoría, claro, una posición que no es de mera y antojadiza disidencia ni de numantina rebeldía, sino de muy noble y respetable insumisión.

Porque nunca se justifica abaratar las palabras y su escritura; quizá todavía menos las que quedan redactadas con toda su carga de permanencia. Y tampoco deberíamos hacerle ancho camino a la imprecisión y al descuido en algo importantísimo que los humanos hemos ido elaborando para procurar ser más claros, más altos y, ojalá, más limpios que las bestias.

-¿Utopía?

-Puede que para ti. Pero me parece que la buena ortografía y sus signos, ahora tan caprichosamente alterados, no son cosa baladí. Y que los extendidos complejos contra la distinción aristocrática (la de la cultura, la de la inteligencia) no deberían empujarnos a una villana montonería, asumida para no “desentonar” con el miedo a señalarnos.

-¿Autorizar a cualquiera para discernir la oportunidad de una tilde?

-En esa senda discurre nuestra RAE, quién lo diría.

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