sábado, 8 de febrero de 2025

Si nos acordamos de Julio Verne,

 

y de cómo lo que se nos vendió como fantasía inverosímil iba a hacerse realidad, andando el tiempo y con el vertiginoso desarrollo tecnológico que nos ha inundado, empieza a tener visos de verdad tangible el asunto de los robots que, fabricados con intencional apariencia humana, van incorporando además saberes y posibilidades que ya asombran/inquietan, e irán a más hasta un límite donde se rice el rizo prodigioso y la cosa “se nos vaya de las manos”. Un límite donde nos suplanten y usurpen nuestras autorías como hacen los desaprensivos.

“La acompañante” es film que sienta al espectador delante de esa contingencia, envolviéndola para más comodidad en entretenimiento coqueto de diseñadores cuidadosos, listos en estética de vistoso consumo y recursos (música, fotografía, ambientes, algo de intriga con sorpresillas dentro) para colarnos su gol particular que ya va encontrando mentes y ánimos propicios a caer en o jugar con esos embelecos.

Los personajes de la tal ficción son, a pesar de su apostura, convenientemente asesinados a lo largo del guion, con la salvedad de la protagonista, que se manifiesta como una aventajada y algo resabiada aprendiza de la pícara y también desalmada conducta que suele atribuirse a los humanos.

Con esa moralejilla de escarmientos han concluido la “peli”.

De momento, ya está el asteroide ese que igual nos cambia el horizonte que andábamos imaginando.               

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