martes, 4 de febrero de 2025

A buen entendedor

 

Se puede perder tiempo en si brutalist suena mejor o peor que brutalista, pero allá se lo hayan los delicados.

Así que larga “peli” que consideradamente incorpora intermedio, aunque palomitas y otras chuches ordinarias, que ya no existe el propiamente dicho ambigú. Y alivio en el mingitorio.

Post-guerra mundial segunda, emigrantes a USA, los que pudieron, irse o escaparse, y denodados esfuerzos por la integración, choque de estilos y culturas, etc.

Años convulsos, de socialismos y demás “ismos” empeñados en la industrialización, la colectivización, las vanguardias, todavía no se usaba lo de progre, de todos los movimientos y planteamientos que imaginarse pueda, gigantescos trastornos mucho antes de nuestra canija y ridícula y timadora “movida”.

Aforismos, para gustos, los colores, y otro que sostiene que hay gustos que merecen palos: se ensañaron el arte y casi todo lo demás con la manía del cambio y los rechazos de preferencia iconoclasta y sobrevinieron lo abstracto, lo cubista, el (con permiso) adefesio general de gran parte de la Bauhaus, las evidentes necesidades y exigencias del puñetero siglo XX y lo que te iba a rondar, morena, que mucho cuento chino también, ganas de confundir y alienar al personal, volverlo rebaño más manejable cada vez y echarle a perder los gustos.

En medio de este panorama se sitúa la odisea singular del personaje a la medida de Adrien Brody, actorazo de suyo y que también le ayuda mucho ese rostro de tragedia y sufrimientos. La crítica, esta vez casi unánime en sus ditirambos, y los premios numerosos respaldan este “film” que tiene molla indudable por más que hacia el final decaiga y tenga asomos de decepción.

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