domingo, 22 de septiembre de 2024

Piedras para todos

 

Del Hipocampo, en la mera y absorta observación:

 

Como parece evidente que tiende al infinito el número de personas afectadas por la tontería global, para subrayar ese fenómeno y como una muestra más, entre miles, se ha elegido con frívolo y general acuerdo el término “influencer” para designar a la tropa de “espabilaos” que nos explican cómo vivir. (Sobre todo porque un “influidor” o un sencillo influyente sonaría catetísimo y de barata rusticidad ibérica, ¿verdad, borreguitos?)

Estos nuevos brujos de la tribu son gentecilla atrevida que, con más suerte que discutibles mérito y talento, van descubriendo grietas en el sentir desorientado y las ansias y frustraciones y aspiraciones que, con fundamento o sin él, caracterizan al personal, seguramente con naturaleza histórica pero que, en esta tensa época, se han visto multiplicadas por la inundación creciente de los telefonitos y el resto de la quincallería de moda.

Repentinamente poderosos, soberbios en sus reductos de privilegio, sin considerar siquiera -que eso sería mucho pedirles- las torres más altas (también efímeras, transitorias) que hayan caído, los “influencers” nos contemplan ¿como Napoleón a las pirámides?

Los más “listillos” se van escapando, tierra por medio, de ese obligatorio expolio fiscal al que nuestros políticos canallescos nos recomiendan someternos, en base a teóricas conveniencias sociales y a compromisos que a menudo los mismos políticos incumplen y falsean, cocinados en una salsa de hipocresía + desfachatez.

Y a los “influencers”, por este sálvese quien pueda, no disimulemos, ¿les vamos a tirar la primera piedra?

 

-¿Salomónico estás?

-¡Que va!

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