martes, 20 de febrero de 2024

Un calvario

 

Vagando en un desolado desierto de abandono e incomprensión, sometidos a un desdén lacerante que casi nos reduce a ilusa casta de parias, nos agota el fracaso sistemático de cuantas gestiones emprendemos, que pudieran mitigar esta frustración permanente.

Los ínclitos fabricantes, los sátrapas del diseño y demás cómplices dolosos de esa cicatería, han resuelto desde hace ya demasiados años que el cuello universal de las camisas, con menudas oscilaciones, sea breve, ridículo, aventado al vacío metafísico (como para políticos al uso) con unas dimensiones infantiles que pretenden implantar, ínfulas de moda única, esa infame, alienadora e impuesta estética de mediocres usurpadores.

El nudo de la corbata (esa prenda emblemática, crucial para la coquetería masculina) queda así obligatoriamente expuesto a una intemperie descorazonadora, a un vértigo injusto que lo condena a no sentirse enmarcado como debiera, a naufragar en una orfandad lamentable.

Lejos en el tiempo permanecen, y olvidados con insolente desprecio, los cuellos de pala larga y ángulo agudo que arropaban con elegancia natural la corbata varonil.

Incluso los falaces “camiseros a medida” del ramo, que todavía se autoproclaman tales, carecen de los cumplidos moldes para el cuello que los haría dignos de nuestra consideración, y solapadamente aspiran a darnos sucedáneos incompetentes, parcos y lacónicos gatos por liebre que no convencen a los más románticos caballeros supervivientes.

Y no cuela.                   

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