sábado, 15 de agosto de 2020

A la fuerza

 

A todos nos da un aire de mutantes simiescos ese odioso adminículo, incorporado a la fuerza a nuestros atuendos.

La mascarilla.

Hay quien con despecho, con aversión, con desprecio infinito e íntimo sentimiento de humillación, que mal disimula un sentido del humor (de perros), la llama “bozal”.

Descuidados, casi ninguno pensamos que ese horror (tan asumido en países lejanos, con sociedades uniformadas y comportamientos que nos parecían gregarios en exceso) nos pillaría en nuestros acomodados lares de individualismos y pregonadas libertades del desarrollo y los, que también, antojos de la molicie.

Y aunque los más rebeldes, barrocos y frenéticos del diseño han pergeñado cientos, miles de versiones diferenciadas en la estética, para nada quedan resueltas la depresión y la inhibición que la mascarilla causa, al menos en los más sensibles.

--Vamos, que “te se” quitan hasta las ganas de “arreglarte” y salir a dar un paseo.       

 --Percibo un matiz de frivolidad en tu ironía. Pero sí.

1 comentario:

  1. Ay primo, me pasa igual que a tí. Y eso que aquí solo es obligatoria en el transporte público y tu sabes que yo me muevo en bicicleta. Pero los dias de lluvia....mascarilla.

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