lunes, 23 de marzo de 2020

Té y zumo de naranja

Ahora tiene, como todos, mermada la libertad de movimientos.
Así que su opción consiste en cambiar a veces el porche (ese del que otras páginas ya hicieron mención) por un sillón en el jardín.
Y desde ahí el mar le ofrece la ilusión de libertad que su anchura y su hermosura inmensas siempre le prometen. Le viene el pensamiento de costumbre: delante, a lo lejos, en línea recta o no, Santo Domingo, La Habana, Puerto Rico, Cartagena... Aventura, sueños, literatura y corazón para parar un tren.
Y vale que, del oído, ya lleva estos años con algún déficit; pero no así de la vista que, sólo para leerlo todo, se vale de unas gafas de montura metálica y fina. Porque de lejos, todavía, sin esfuerzo, allí entre las dunas y los remotos matorrales, observa el retozar de los conejos; y hacia arriba, es un gozo mirar las formaciones casi aeronáuticas de las gaviotas de cada mañana, que describen su regreso inverso ahora, durante estas parsimoniosas y deliciosas puestas de sol.
El arrullo, el murmullo del Atlántico amigo, su cabrilleo de espejo rizado, el doble color gris/azul que capta la cámara incansable de Lady Taladro, para cuyos "selfies" (¿o se escribe "selfis"?) habrá que conseguir un día la varilla que prolonga el brazo, esa estilizada batuta que los modernísimos llaman, según creo, STICK.
Nos han prolongado, por otra parte, el encierro. Puede que se nos junte con los de San Fermín. Al menos... 

1 comentario:

  1. Ay primo, al menos tienes el mar. Yo tampoco me puedo quejar con la belleza del magnolio florido del patio

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