Y algo a
propósito del asunto que referíamos cuatro días atrás:
Una prima
hermana de MariTere nos llama desde Sudáfrica, en donde hace 50 años que
reside; y a pesar de ello, conserva el uso del español, bien que matizado de
acento, aunque con una fluidez y corrección encomiables, y un tono y una
dicción entre tiernos y familiares, muy de agradecer.
Esa
permanencia, esa adhesión natural y coherente faltó de manera escandalosa en la
conferencia de los presidentes regionales, donde el uso de este idioma nuestro
vuelve a ser discutido y rechazado por los porculeritos de siempre, prendidos
con hipócritas alfileres del consentimiento constitucional que tal grosería
(por decir lo menos) les permite. Se trata de esa Constitución que ellos mismos
combaten y desobedecen a menudo con chulesca, repugnante altanería, mientras
devengan, indignos e indignantes, su jugoso sueldazo de funcionarios. Flor de
tramposos.
La exigencias
bordes de esos sujetos no vienen, como fingen, por respeto a los fueros sino
por un afán de incordiar emboscado -en vano- en un disfraz, en un camuflaje de
fariseos que sólo engaña a los que quieren dejarse. Siendo, a diario, el peaje
que somete al “jefe”.
Así que
¿Ayuso y el pinganillo son quienes fomentan (hay que joderse) la crispación?
Qué pena,
cómo se echan a perder el aroma del café recién preparado, la bondad del pan
tostado para el desayuno.
A cualquiera que se le diga que en España, que disfrutamos un idioma centenario que hablan más de 600 millones de personas en el mundo, tenemos que hablar con un pinganillo para entendernos entre nosotros se monda de la risa.
ResponderEliminarA esta ridiculez patética hemos llegado por contentar a aquellos que quieren destruir esta nación que hemos construido entre todos. Realmente vergonzoso.