El
estilo hortera y la desmesura son, de manera casi permanente, las
características más acusadas de la televisión.
Esta
desazonadora evidencia, este rayo que no cesa, vuelve a ponerse de manifiesto
en las alharacas imprudentes y ansiosas, en el énfasis torpe con que nos
proporcionan ahora noticias sobre el trance espantoso que viven en La Palma.
Ante
lo grave de la situación, ¿nadie percibe que sería conveniente un tono más
sobrio y respetuoso?; ¿menos insistencia, por otra parte inútil, en que los
supuestos expertos hagan pronósticos que no dejan de ser aventurados y con poco
o ningún fundamento? ¿No se quiere, o no se puede, poner freno al bullarengue
de los reporterillos desplazados al lugar, a sus defectuosas observaciones, a su
excitación y destemplado apresuramiento?
¿El
mismo vocabulario pobre y reiterativo para la escalada del precio de la luz, el
incendio de nuestros bosques, las inundaciones de la llamada GOTA FRÍA (que ya
es sarcasmo decirle gota a esos diluvios), la tragedia de los que huyen de
Afganistán, etc?
¿Sería
así como transmitirían la crucifixión de Cristo?
Ceporros.