martes, 23 de julio de 2024

Ni un asomo

 

de preocupación fundada debe, oh Bego, inquietar los sueños que, imaginamos, se deslizan, flotan, insinúan sus posibilidades en esa que no queremos calificar de “cabecita loca”.

Porque ¿cómo suponer que tu sátrapa predilecto, mientras exonera (por su personal y exclusiva conveniencia) tantos imperdonables crímenes y delitos de cuya vergüenza y escándalo nuestro mapa a diario se abochorna, va dejarte, ni pensarlo, en una estacada? Lo de menos es si lo hace por unos afectos y enamoramientos que, tratándose de él, más suenan a teatro y ficción, o porque, compañeras de viaje, muchos de los talones de Aquiles a todos nos conocéis, y en tu caso podrían transformarse en denunciante munición que del oropel y el pedestal lo derribarían, no ya ante los escarmentados que ya lo están, sino ante los falsos ciegos, que como paniaguados dolosos siguen  aplaudiéndolo.

No por cierto. Que antes asistiremos a cuantos remiendos chapuceros de la indignidad se añadirán a nuestros códigos para que cualquier cosa que haya habido, se declare por decreto inexistente y abolida, calificada con riguroso desparpajo y caradura de espejismo al que sólo la mala intención opositora da cabida.

Que del carácter maleable, camaleónico de los tribunales, de sus compromisos, servidumbres e hipotecas, la a menudo indefensa carne del ciudadano ya tiene muestras abundantes.

Así que “no culpes a la noche, ni a la playa ni a la lluvia”, que canta, que dice ese Luis Miguel, exitoso cantor, pariente de la bellísima Podestá/Helena de Troya de nuestros pecados: “Será que no nos amas” y por eso andamos cavilosos y un sí es no es desconfiados.      

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