jueves, 30 de abril de 2020

Barcos mercantes y otras divagaciones

Veo los cargueros pasar
por el lejano horizonte,
señalando su relieve
la línea que funde el agua
con el cielo.
A una mañana sin nubes
suceden los flecos blancos 
de la tarde, como un velo
que del Norte trae el viento,
con colores de Sorolla
sobre la joya del mar.

El sol es una caricia
sobre las olas de plata:
despierta tu piel de gata
y subimos
al dormitorio y al lecho.

Con estas cosas que escribo
todavía,
miro y sueño y pienso y vivo.
(El compás del corazón
es más intenso que estable.
Me planteo,
cuando en tus ojos me veo,
si la pasión y la muerte
son dos puntos cardinales
razonables.)

-- ¿Y no volverás a hablar
del balandro, del velero?
-- Sí que he de hablar; o eso espero.

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