Con el estupor de la incomprensión, observó el indeciso, aunque firme, avance de la intrusa.
Lo más desconcertante era cómo, de modo tan improbable, había conseguido burlar el obstáculo a guisa de cepillo longitudinal que en teoría supone un estorbo infranqueable, adosado a la parte baja de la puerta de la cocina que da al jardín trasero. No digo yo que el muro de Adriano, pero vaya...
Y con una aprensión que sólo con leve toque exagerado calificaríamos de próxima al pánico, discurrió con la premura que exigía el momento un mecanismo que abortara de manera eficaz la invasión indeseable:
1º ) Desprendió una página de la última revista promocional que la Mutua periódicamente le envía por correo.
2º ) Hizo de ella dos trozos desiguales pero suficientes.
3º ) Calculando que el peso del enemigo era liviano, con uno de tales trozos guió, empujó hacia el otro (que, a manera de bandeja, recibió) el denostado y móvil cuerpo viviente, cubierto del oscuro caparazón "extraterrestoide", que de inmediato progresaba hacia una eventual escapatoria.
4º ) Se dirigió con calculada rapidez al retrete, cuya tapa previamente acababa de levantar y
5º ) Destinó a su desagüe insondable la criatura, la odiosa cochinilla de la humedad.
6º) Accionó con determinación el resorte de la cisterna.
7º ) Ahora trata de recuperar el sosiego y continúa leyendo el relato de Armas Marcelo, comenzado esta mañana de sábado.
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