A este rumor del agua mientras riego
ya no responden desde el dormitorio
tu sosegado sueño. Ni aquel juego
de hacer de la terraza observatorio
de mis evoluciones jardineras.
Y aquello, ¿cómo era?:
yo, concentrado con los movimientos
de la pesada y rígida manguera,
luego de unos momentos,
notaba tu mirar o te escuchaba
llamarme a media voz.
Y enseguida subían o bajaban
los abrazos entre nosotros dos.
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