La borrascosa barba que te adorna
enmarcando tus broncos anatemas
es apenas el turbulento emblema
de tu comportamiento, que abochorna.
Un orco me pareces. Otras veces,
si no fueras tan rústico y grosero,
Coppola ficharía tu palmito
para filmar, dudoso, algún refrito
de camorra y trabucos naranjeros.
¿Qué bastas maniobras,
qué obras públicas vastas,
qué cazurro tesón alpargatero
te mantienen ahí?
Decorando con fuero majadero
tapias municipales y paredes
con tus ídolos rancios y rojeras,
no hay tópico pendiente que no quede
reflejando, tardío, tu quimera.
Residuo terminal de la caverna:
¿hasta cuándo pondrás a tus paisanos
por encima la pierna?
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