viernes, 2 de mayo de 2025

Innegables veteranos

 

que, más familiarmente, no faltará quien los llame “abueletes”, proceden al desayuno de cada día en el porche acristalado que da al jardín de la casa frente al mar.

Hoy prescindieron del “turre” de las noticias y a cambio, como suelen, comentaron detalles, propósitos de ponerse en forma, inspirados como ilusos con algunos tutoriales del internete. (Cosa de, por ejemplo, fomentar elasticidad en las vértebras, algún michelín a descartar, remotos sueños de relativa agilidad que los melindres de los calendarios no necesariamente ponen a un fácil alcance, etc.)

Y ahí, elaborando los pros y las contras (Cela dixit) de semejantes iniciativas, los sobrecogió de repente la visión nítida de algo que posado se había sobre el recientemente inaugurado nuevo toldo. Al menos, se dijeron en discreto conciliábulo, está -lo que sea- de la parte de afuera.

Fácil optar porque fuese una procesionaria del pino, peligrosa invasora, indigna siempre de tiernas e imprudentes confianzas. De inmediato se formuló la conveniencia de empuñar un palo que, aun sin ser de gran tamaño, pudiese sin menoscabo batear a la intrusa…

…que resultó ser una como lombriz de tierra, acreedora de ya muy menor alarma y que fue sujeto de la expulsión correspondiente, por el método previsto y descrito aquí en las líneas anteriores.

Del resto de la situación, apenas restan pormenores tan relevantes como los que dan origen a esta redacción, ociosa y trivial de suyo.

Vuesas Mercedes queden con Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario