es fácil
quedarse corto con los elogios y el reconocimiento que a este hombre se deben.
Ejemplo de sabia
sobriedad, de elegancia austera, sin alardes, en su modo de tocar la guitarra,
de cantar, de componer temas que, en su sólo aparente sencillez, ofrecieron un
estilazo que algunos habrán imitado sin hacerle sombra posible.
Escuchar a
este señor es una lección de repertorio cuyos mimbres nos hacen sentir un
cosquilleo, una “marchita” contenida, un gustazo de relax y una loable
independencia con respecto al barullo frecuente que tanto “cunde”, que tan
extendido está en la escena musical o en los camelos despachados por muchos
otros.
De trazo
personal, de ser muy suya y muy buena en lo suyo, la obra de JJ Cale queda para
el oído atento y sensible de los oyentes verdaderos.
Grande JJ Cale,hoy lo estaba escuchando con mi padre y, como siempre que suena su música, nos ha brindado un ratico de lo más agradable
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