Lo que está
ocurriendo en estas jornadas terribles vuelve a poner de manifiesto la
incompetencia fundamental y los serios inconvenientes en los que han derivado
las autonomías. No es, ni con mucho, la primera vez: demasiados años de ese
experimento ya han dado de sí; sólo que esta ocasión es de las más graves.
Repartir las “competencias”
equivale a difuminar las responsabilidades, a debilitar la necesaria unidad de
actuación, a multiplicar sin tasa los gastos inherentes al exceso de equipos
humanos y materiales. Y dejan en escandaloso papel mojado la existencia, la
utilidad de los ministerios. Las autonomías, “que iban a mejorar la gestión”, de
forma llamativa se han vuelto un vivero de “enchufados”, de manejos discutibles
de los presupuestos, según las ideologías, o los meros caprichos de una
colección de mandamases que, para colmo, reclaman con celo institucional, aunque
con variados estilos, la sagrada intangibilidad de sus atribuciones. Total, una
casi trama con la que embaucar a los ciudadanos con unas supuestas ventajas que,
sobre todo, sólo van sirviendo a los jefes y jefecillos. Se ha fragmentado el
poder para ocasionar complicidades que dificultan, a la postre, la posibilidad
de que el personal concrete las exigencias, más que motivadas, con ese
laberinto de espejos que tiene tantas caras para dar, que ninguna la da por
completo.
Reitero mi
símbolo: una orquesta con muchos directores es un irremediable -y culpable-
fracaso.
Simplificando,
que no tanto: una finca requiere un administrador, no tropecientos. Si falla o
es un redomado sinvergüenza, o incluso algo peor, como vamos viendo, se le expulsa
y sustituye por otro, y así sucesivamente y que Dios nos asista. Pero ni
cortinas de humo, ni balones fuera, joder.
Nos han metido en una trampa de la que ya no podemos salir. Y da igual que gobiernen unos u otros, el sistema está completamente podrido.
ResponderEliminarYo ya he claudicado. Me voy a aislar en mi búnker casero con el disco azul de Señora Azul (a pesar de sus erratas) y unos cuantos tesoros más y disfrutar lo mejor posible del poco tiempo que me quede.
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