martes, 3 de septiembre de 2019

¿Cuánta y qué clase de buena cara cabe ponerle al mal tiempo?

Ciertos familiares y allegados de la deportista famosa actualmente desaparecida, responden con caras sonrientes (!) a las preguntas mediocres, rutinarias y reiterativas de los acuciosos reporteros, incluso de los que parecen husmeadores de miserias ajenas.
Pocos días atrás, reunidos los cargos públicos más correspondientes de las autonomías para, se supone, decidir cómo solucionar la reciente y vigente intoxicación, posan para esa tontería que llaman "foto de familia", como si la cuestión no fuera con ellos, con distendidas y también sonrientes expresiones.

Unos y otros, unas y otras, ¿a tanto ha llegado la estupidez y la inconsecuencia, la prioridad voluntariosa de "quedar simpáticos en la tele"?

De otras escenas similares, de otras situaciones de parecido jaez, he sido espectador. ¿No son acaso bastante graves los asuntos que conciernen a estas gentecillas como para adoptar una cara diferente, una, digamos, al menos, de circunstancias?   

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