jueves, 19 de diciembre de 2024

El agua y las borrajas

 

Con morbos similares, apasionadamente, las cotorras de la televisión se enzarzan en diatribas sobre la repugnante corrupción de esta epidemia que constituyen los políticos y también en los meandros íntimos que relatan (“vengo a contar mi verdad”; “y yo, la mía”) los titiriteros y las bufonas de la otra farándula, la de toda la vida.

Se ve que nuestra sociedad, abundante en viejas del visillo, está conforme, incluso complacida, en dejarse embaucar con las más frívolas y/o tendenciosas teorías y así podemos ir borrando de la “candente actualidad” el espanto de la dana y las canalladas de los culpables gestores de sus consecuencias. Por ejemplo.

Casi todo anda ya en los tribunales de justicia o in, según se mire. Y lo gordo del asunto es que, después del trabajísimo que suponen los problemas para la policía y los jueces, y el derroche de dinero, tiempo y energía que se funde en ello, cualquier porquería puede acabar archivada…

-¿O indultada?

-No te referirás a los autores del separatismo, el terrorismo, la juerga de los ERE, etc…

-Ni “me se” ocurriría, anda ya.              

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Un "film" bien tirado

 

Aunque, como ya os tengo escrito en alguna ocasión, me desconcierta y choca el formato de cine “musical”, con esa cosa artificial y cursi de liarse a cantar los personajes sin mayor ton ni son, me la jugué con “Wicked”.

Y -al césar, lo que es del césar- la “peli”, si descontamos ciertas tontunas sentimentalonas y, lo más natural en un cuento, ingenuos deslices de los que el género no escapa, es un espectáculo fabuloso, con piezas musicales muy correctas, coreografía de primera, ambientación a juego y empleo brillante de la contemporánea tecnología disponible.

En esta suerte de Mago de OZ, se luce la bruja protagonista y, en la apoteosis final, concluimos que, al lado de eso, Superman es una mierda, ya te digo.

martes, 17 de diciembre de 2024

Con infinita desolación,

 

compruebo una vez más la inundación de camisas para caballeros que sufren, o con sumisión indigna admiten e incluso fomentan, las grandes, medianas y pequeñas “superficies” dedicadas a ese comercio, entre otros menesteres.

La unanimidad se impone en unos cuellos ridículos de forma y tamaño, incapaces de amparar cualquier nudo de corbata imaginable. Si es cosa de los fabricantes, allá se lo hayan con el consentimiento negligente y servil de semejante “tendencia”.

Ni siquiera las recoletas, selectas y postineras tiendecitas de especialistas en ropa masculina escapan a ese “fatum” y no ofrecen nada muy diferente.

¿Es racaneo en el material, rutina imperdonable de la creatividad? ¿Cobardía simple?

Emplazo, en estas “fiestas entrañables”, a algún intrépido disidente que se atreva a recobrar y lanzar de nuevo el cuello inglés clásico que solían usar The Beatles, de armoniosas y cumplidas palas, de ángulo agudo (sin llegar a la exageración que muestran en el cine los personajes mafiosos), en fin un cuello “como Dios manda”.

¿Soy la voz que clama en el desierto o, au contraire, cher amis, me asisten kilogramos de razón?

lunes, 9 de diciembre de 2024

Un ejemplo más

 

Con una conducta muy parecida a la que ejercen los “okupas”, los zafios pandilleros que desgraciadamente dizque nos gobiernan jamás descuidan la ocasión de demostrar su torpeza y su miseria.

Un ejemplo más, clamoroso, lo han dado con la ausencia de toda representación española en la solemne y hermosa ceremonia de la recuperación de Notre Dame.

En ese acto, importante y simbólico donde los haya, la negligencia y la inoperancia, quizá dolosas, de estos ignorantes mandamases de pacotilla se han significado lamentablemente, como suelen.

Más de cuatro cabezas deberían rodar, entre ellas la del que se fue al circo, al parecer, prepotente antitaurino por más señas, y de cuyo nombre no merece la pena acordarnos.

No son peores porque no madrugan.                     

domingo, 8 de diciembre de 2024

Disyuntiva y vamos a ver

 

No queda quien a cínico te gane

en la redonda faz de este planeta:

desfachatez, mentiras, piruetas

son la menor versión de tus desmanes.

“Tu” congreso pasó: era una farsa

de pasarela dócil y esperpento,

de aplausos a las caras de cemento

de tus más celebérrimos comparsas.

Tus “hooligans” tocaron las trompetas,

heraldos cómplices de tus fanfarrias,

contentos con el barro y las cascarrias

de tu discurso y numen cuchufleta.

 

Ante tal disparate,

¿qué inédita aventura nos espera?

¿Saldrás, hortera, de tu madriguera

con un tirón sensato de las urnas?

¿O con un avenate,

una enojada mente taciturna

dispondrá en telescópica azotea

que se acabó el bailar con la más fea?                          

jueves, 5 de diciembre de 2024

Diversidad de los calibres

Profundas catacumbas se enseñorean, proliferan abundantes debajo de la populosa, festiva, dinámica Madrid.

Entre orientados y dubitativos, recorremos anchos vestíbulos, escaleras -automáticas y de las de toda la vida- que en sus muy luengos tramos nos conducen al cielo azul del exterior o a las simas algo misteriosas que se diría exploran un itinerario “dirección Centro del Planeta, salida tal y tal”.

Hora punta del mediodía, derramadas muchedumbres en acción, numerosos jóvenes con mochilas y pasajeros de toda edad enfrascados en el íntimo curioseo de sus teléfonos móviles, nos empequeñecen las dimensiones extrahumanas, sobrehumanas de todo cuanto nos rodea.

(¡Qué bárbaro, el vigente Bernabéu Stadium!)

Así que, embutidos en atestado vagón del Metro, y como para que no se me olvide mi recién cumplida edad capicúa, una moza de cabellos rizados me cataloga en su fuero interno como abuelete evidente (y quizá de escasa recuperación), y con gentileza medio piadosa, y a pesar de mi 1ª y 2ª negativas, corteses y agradecidas, se empeña en cederme su asiento y opto finalmente por asentir, con algo de bochorno por opinarme de mí mismo conmigo mismo que todavía queda tiempo para el prólogo de la despedida definitiva.

Aunque nunca se sabe, sólo que Ud. se ve en el espejo durante las abluciones cotidianas y no se calibra del todo, ché.