Cuando los conflictos geopolíticos y los intereses confrontados de distintos países no se resuelven con buenos modales y con encuentros de diplomáticos a base de cenas y champagne, por debajo, y con frecuencia por encima de la superficie costrosa y visible, los equipos correspondientes arman (nunca mejor dicho) sus tinglados y ahí vamos.
Ya en estos postmodernos años, décadas, de la contemporaneidad, y con la ayuda impertérrita, letal y eficacísima de la tecnología, muchos de estos "apaños" son bastante más que imaginables, y da escalofríos pensar, sentir que los mismos poderes enloquecidos que nos controlan en cualquier momento pueden experimentar la chaladura irreversible de reventarlo todo con nosotros dentro.
Con señales de este peligroso estado de cosas, "Milla 22" nos hace un retrato en el que se agradece la aportación siempre genial de Malkovitch, quien sin ser el protagonista sobrevuela con maestría y cerebrales métodos el empuje, la acción trepidante de los demás, entre bombas, explosiones, misiles, tiros mil y cuantas fracturas de hueso, degüellos, desgarrones, puntapiés definitivos y otras satinadas lindezas del cuerpo a cuerpo suelen mostrarse en los films de este género.
Lo que sigue sin aclararse es cómo tenemos tan buenos actores de doblaje en tanto que los que dan la cara en los repartos glamorosos del cine español no consiguen una dicción presentable que los presuntos técnicos de sonido nos puedan hacer llegar con un mínimo de nitidez. ¡Venga, troncos!