sábado, 15 de abril de 2017

Un divorcio entre letra y música

En consonancia con la fecha de hoy, Sábado Santo, Los Conciertos de la 2 de TVE nos hacen llegar, a los moderadamente madrugadores, el Stabat Mater de Gioachino Rossini.
Posiblemente bienintencionado, el compositor debió quizá sentirse sometido o comprometido con las convenciones del género. Con lo cual, mientras el texto cantable (por suerte no demasiado largo aunque fatalmente constreñido a la proverbial reiteración de las frases) nos está trasladando aspectos dramáticos y terribles de la pasión y muerte de Cristo -- con su Madre en primer término, como espectadora y partícipe dolorosísima --, la música vuela por libre, explayándose en pasajes imaginativos, brillantes a veces; de gran lucimiento vocal y orquestal, por más que escasamente nos den la sensación de la apropiada solemnidad, de la seriedad que debería estar presente para describir episodio tan extraordinario y cruel.
La abundante formación de orquesta y coros, los eminentes solistas y la vistosa y a la par sobria imagen del director, cosecharon con merecimiento nutridos y prolongados aplausos del público que asistía en el auditorio; y la obra, por nuestra modesta parte, un desazonado y estupefacto desacuerdo.
Porque cabe la duda de que la lírica de piezas así suponga realmente un piadoso favor para la religión de los cristianos.
 

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