lunes, 21 de abril de 2014

Durante la transmisión



que Canal Sur TV ha realizado del regreso de la Macarena a su templo, la mañana del Viernes Santo, se han interpretado por la banda de música de turno unas marchas procesionales que creo desconocidas, o tirando a inéditas.
Que no es mala idea renovar el repertorio de estas piezas para mitigar algo del mucho amaneramiento y de la excesiva reiteración de las clásicas, de “las de siempre”.
Pero si las obras aspirantes al relevo carecen de inspiración y abundan en tan numerosos como indefinidos y desvaídos motivos, pasajes, líneas melódicas, con zurcidos y yuxtaposiciones forzadas, en vez de fluidas, el propósito quedará en muy sonoro y vistoso patinazo.
Huele a ganas de cobrar derechos de autor; a influencias de “enterados enchufados”; a expresión de la mediocridad contemporánea y a epidemia al uso.
Conste que no me han gustado el lado ingenuo, el lado fanático, la autocomplacencia localista ni la interminable saeta de la morenaza Jiménez, plantada en el balcón a la entrada, interpretada con un modo tan ya mediático y tan hiperbólico como su asombroso atuendo, ejemplo preclaro de un eclecticismo que fluctuase entre la lencería luctuosa y las tendencias más sicalípticas de una odalisca desorientada; injerto, pulso problemático de encajar en la coherencia litúrgica.
(Será difícil sostener que nuestro cristianismo ninguna herencia debe a ritos anteriores de Persia, India, Mesopotamias diversas. Y que no estamos, cristianos y paganos, entreverados de modo casi indisoluble, a través del tiempo que sigue su curso, riéndose de nosotros, esta escoria de paso que apenas somos.)
En cambio las imágenes bellísimas, la asistencia de público, el infalible nudo de emoción y tradición me hacen pensar que tardará en llegar, si es que llega algún día, esa especie de España descafeinada y laica, incluso atea, homologada con las inanes soserías de plástico que inundan el planeta y que tanta ilusión y fascinación crean en los cosmopolitas  “moernos”, en los rojeras iconoclastas, en los “adelantados” del gélido futuro bañado en el cloroformo de la tecnología.

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