jueves, 28 de septiembre de 2023

Sesión de tarde,

 

solo espectador en la sala donde proyectan “Jeanne Du Barry”.

Su historia y sus andanzas, relatadas con sosiego, en imágenes bellísimas, localizaciones suntuosas, música de fondo discreta y sabiamente dosificada.

El ascenso social de una niña del bajo pueblo a cortesana de postín y luego amante favorita del Rey de Francia. Hay notas de sobrio humor, simpatía en los registros de la protagonista -y directora- quien con atractivo natural para tal personaje, sin ser una belleza académica, queda más que convincente. Jonny Depp haciendo de rey parsimonioso y sensualote, tótem hierático y majestuoso que, si se encarta, deja sentir en el cotarro lujoso y ocioso, caprichoso y cotilla de los palaciegos la intimidación de una mirada que se endurece de advertencias y amenazadora reprobación, su tan contenida como inapelable autoridad.

Hay destellos de ternura, deriva de elegía en la voz que nos cuenta el final de aquellos figurones, cuando los revolucionarios pasaron factura gravosísima al dúo que toma el relevo dinástico y que no escapó a tiempo de la escabechina. Cuando los chicos de la Revolución terminaron de cortar tantas cabezas nobiliarias, típico de ellos, continuaron con las propias. París era una fiesta.

Fabuloso vestuario, elaborada ambientación, un gran espectáculo, a salvo de los atropellados sobresaltos que caracterizan la mayor parte del cine actual.

Al encender la luz, terminada la “peli”, la empleada que llega con la escoba me cree cuando le aseguro que no he dejado nada para barrer.

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