domingo, 2 de junio de 2019

He tenido un brote experimental

Me explicaré:
No estoy acostumbrado al cine chino; de hecho, ni siquiera estoy acostumbrado a los chinos quienes, por más que muchos sean, que lo son, siempre me parecieron raritos, indescifrables y difíciles de distinguir, unos de otros. Y la "peli" que me atreví a echarme encima ("La ceniza es el blanco más puro") no ha contribuido a reducir esa extrañeza.
Por un lado, ante la evidente crueldad de marfil de su escritura, tan arcana para nosotros, han tenido el detalle de traducir al inglés los títulos, los nombres de los intervinientes en el reparto que, de todos modos, me han sonado más que remotos.
Y luego está el asunto: interpelándose con lentas y grandes pausas, los personajes agrandan su misterioso comportamiento, lo cual no tranquiliza para nada, mientras nos sugieren una difícil adaptación a las modas globalizadoras del internacional occidente "dizque desarrollado". Los extras parecen más absortos que de costumbre y cabe suponer que representan una población automatizada, nada boyante, gracias al régimen político vigente, y conducida a un considerable gregarismo.
Y en medio de esa aridez, la protagonista, rodeada por el agobio y el infortunio, es la imagen misma de la desolación, con su botellita de agua mineral y sus portentosas solidaridad, fortaleza, lealtad y abnegación, opuestas del todo a la ingratitud palmaria de su enconado "chorbo".
Finalmente, no estoy bastante seguro de que me gustara vivir en un sitio así: demasiadas murallas.
Aunque si tú me haces un arroz caldoso... 

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