lunes, 20 de noviembre de 2017

En la sala de espera

En esta era de los teléfonos móviles, el hombre había optado porque la señal acústica del suyo fuera un fragmento del Himno Nacional, de cuya musical hermosura siempre fue un fervoroso admirador.
Y cuando sonó brevemente en la sala de espera del hospital al que acudía para una intervención quirúrgica, un ceporro, avinagrado de gesto y obtuso de intenciones, inició una especie de protesta renegada, acorde con los sarampiones centrífugos vigentes.
El hombre, mirándolo con distante sosiego, lo interrumpió:
-- Su impertinencia es intolerable: ni hemos sido presentados ni yo lo he autorizado a dirigirme la palabra. En consecuencia, su descortés intento de interpelación está destinado al fracaso.
El tunante de los malos modales quedó alli, rumiando la indigestión impotente de su abortado atrevimiento.
El hombre, que ya tiene una edad, no simpatiza con según qué expresiones de la zafiedad y de la mala educación.

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