viernes, 29 de septiembre de 2017

Caso clínico

Aunque algunas lo creen así, no son muchas en total las personas que, asumiendo el consecuente riesgo, me conocen.
Suelen estar geográficamente dispersas; a menudo, andan desentendidas y volcadas en sus pintorescos y peculiares aconteceres, circunstancia que, como es natural, no favorece sus ocasionales observaciones.
Y no obstante, parecen coincidir con regocijado estupor, otras veces con incomprensión devastadora, en la opinión de que soy un caso clínico en el entendimiento de la física, la mecánica y la tecnología.
-- Por lo menos.
-- Eso es así.
He de manifestar aquí mi esencial acuerdo, reconociendo que fui de los últimos clientes que se lanzaron a la adquisición de una "tele" en color, de un cacharrito que grababa videos, del teléfono móvil (tuve un "ladrillo", célebre entre los que me trataban; ahora, lejos de las mutantes y evolucionadas filigranas contemporáneas, me mantengo con uno, de modelo ya periclitado y elemental, aunque la mayor parte de sus posibilidades me son ajenas, me exceden y desconciertan, con lo cual permanecen para mí inexploradas), de los meandros iscariotes del "Plegablito", etc.
A tanto llega en ese campo mi comportamiento -- que de manera tendenciosa calificarían de extravagante -- que alguna vez me han señalado como errónea y/o insólita mi forma de extender la mantequilla sobre las tostadas, estilo en el que, por lo que se ve, opto por la posición menos adecuada de la hoja del cuchillito de turno.
No paso, en el ámbito del bricolaje doméstico, de poner en azarosa marcha una lavadora veterana o de cambiar una bombilla fundida, y aun así, con cautelosa precaución y vistosas inseguridades. También han sido profusos los comentarios sobre mis frecuentes divergencias con cajeros automáticos, parkímetros y otros entes de ficción.

En realidad, no debería acomplejarme por estas evidentes carencias, siempre y cuando no abandone los líquidos y familiares límites de mi acuario, en el que sin duda me desenvuelvo con moderada eficacia y con movimientos reposados y admirables, aunque la luna me desvela algunas noches y en los amaneceres deambulo sin rumbo aparente.
    

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