miércoles, 11 de febrero de 2015

Papeles desprendidos de un cuaderno con moho (III)



Ese desconocido camino tuyo.
Tus ojos. Tu acento. Tu cabello de dama favorita en la corte de Leonor de Aquitania.
Si no los hubiese tenido delante, jamás me los creería.
Te vi tres veces, debió ser por Alicante o Valencia. Qué cosa, cuando pasa tantísimo tiempo que detalles del recuerdo terminan difuminados, confusos. Y sin embargo…
Tres veces. Las dos primeras, casi no hablamos; sólo unas miradas que yo pensé hasta hoy que eran discretas y puede que no pasaran inadvertidas para nuestros anfitriones, para la pareja que te conocía y nos presentó, para los demás que hubiera en aquellas ocasiones. Estrechando tu mano, ya quería transmitirte esa repentina pleamar de sentimientos con la que te habría llevado conmigo, en ese mismo instante, para una eternidad.
Sólo unas miradas que me hacían captar las tuyas brevemente, y ese clásico pellizco en el estómago, las desacompasadas corcheas, algunas con puntillo, en el corazón. Esa suerte de susto delicioso. 
Y la vez tercera, intercambiando educados comentarios de conversación generalizada, cuando al fin nos despedimos, no te saludé más que con una frase tanto más convencional cuanto que estaba alejada de todo lo que habría querido decirte.
Así me retiré, dejando no sé qué de mi vida en ese desconocido camino tuyo.  

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