El pringoso papel que has decidido
interpretar, abandonando el barco,
es el ya clásico y ya conocido
de la ratita hipócrita y cobarde
que es la primera que va y se da el piro
cuando percibe el engorroso giro
y siente que la cosa está que arde.
Curioso que después de la insolencia
y el ampuloso gesto infatuado
y la desobediencia tan rampante,
no te quede ni el gesto como antes
ni el supuesto valor, ahora cagado.
El exilio que finges es pamplina
y habremos de pensar que tus adeptos
son poco más que frágil gelatina,
usurpadores de la barretina,
farsantes de la ley y los preceptos
e insípidos cantores trasnochados
(con la que habéis liado)
de "Els segadors" y de "La Santa Espina".