martes, 24 de octubre de 2017

De color verde

Con el aire arrogante de un cacique tribal que en las selvas de América del Sur hubiese establecido su dominio, se envalentona en el arriate derecho del jardín y proclama un impresionante color que incluso mi ecléctico y dubitativo daltonismo se atreve a llamar verde, pavoneándose de ojos grandes, largas antenas y patas poderosas con cuyos resortes brincará cuando su valentía decaiga ante el chorro de agua que la manguera de regar reparte con cierto descuido y no mucho miramiento.
(Digan lo que digan, en otros ámbitos, el agua de las mangueras todavía no ha alcanzado a otros caciques arrogantes.)
Así que anda por ahí, reciente inquilino incorporado a la aventura y durante largos períodos de tiempo parece absorto en la reflexión de quién sabe qué procesos particulares, conectado a su misteriosa galaxia de mutante místico, cigarrón o saltamontes de más de diez centímetros de longitud y seguramente facultades y recursos que nos asombrarían.
No termino de fiarme de él, cuando me atrevo a mirarlo al soslayo, temeroso de sus intrigantes fintas de espadachín.

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