domingo, 26 de julio de 2015

No te mereces el nombre



Puestos a falsear, puestos a ambicionar,
¿no han soñado tus fauces de ansioso jabalí
extender ese “imperio”
hasta la huerta amable, feraz y seductora
de la cálida Murcia?

Imagínate el gozo de invadir Orihuela, por ejemplo,
olfateando el aire como un depredador,
como una bestia bruta. Un gran palurdo,
ebrio de triunfo, osado,
ufano de laureles, trastornado,
tanto que terminases confundiendo
(incapaz para el arte, la belleza, la sutileza, la sensibilidad),
la clásica hermosura de Helena,
ancho Mediterráneo por medio,
con la ardiente de Merselada,
y con la sin par, previa, irreductible, recóndita
de su madre y diosa.

(No sé, no debería yo “darte ideas”, sabiéndote un glotón insaciable, un bárbaro innoble y tan hortera.)

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