sábado, 2 de mayo de 2015

Como un enjambre



de tábanos enloquecidos, caen sobre la presa (viva o muerta, o moribunda, que eso les trae sin cuidado), asediándola, acosándola con rabiosa insistencia de preguntas impertinentes o imbéciles, de comentarios intencionados que procuran desquiciar al entrevistado, hacerle quedar mal con el público, los ciudadanos, los votantes.
Van, cámara en ristre, micrófono o artilugio superportátil “de última generación”, al ataque de políticos, artistas, meros famosillos deleznables del deporte o el rosalleo.
Intrépidos encuestadores, fotógrafos de ocasión y de aluvión, reporteros al peso, trepando desde el escalafón inferior y callejero por la cucaña que un día los volverá dizque periodistas, persiguen y atropellan.
Así, ensañándose con cierta crisis coyuntural:
¿Cree que el abandono de este dirigente en su partido influirá a la baja en los resultados de las inminentes elecciones?        
No (seco, cortante, contrariado, el líder carismático y emergente).
¿Por qué no?
El interrogado, calma tensa, mirada de impasible y oscuro acero, orlado de títulos académicos, investido de sabidurías universitarias y “másters” múltiples, y curtido, ducho en los métodos retóricos más aplastantes, en la afilada elocuencia de los más combativos tribunos, contesta victorioso, decisivo:
Porque no (rozando casi la tautología).

¿Serán tal para cual?  

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