martes, 28 de abril de 2015

RARA AVIS



Mientras los vendavales del consumo atronaban el espacio, allá por 1967(y estos vendavales no cesan), milagrosamente Procol Harum proclamó con elegancia y arte su mentís y obtuvo (ante nuestro asombro y con indiscutibles merecimientos) ese respaldo mundial que no suele estar a la altura de las circunstancias.
Pero además de la “Blanca Palidez”, escribió hermosísimas, exclusivas y poéticas canciones de lujo que ya pasaron bastante desapercibidas para las mayorías, siempre ingratas y perezosas en sostener el listón, para una vez que lo habían conseguido.

Como una planta exótica, como una rara avis en medio de una selva de rutinas, ese grupo, junto con the Byrds (o the Beatles en otro muy superior nivel de popularidad y éxitos) dejaron en su momento la resplandeciente y sugestiva estela de las cosas bien hechas, la demostración palmaria de que “lo cortés no quita lo valiente”.

Quizá los tres grupos citados suponen las cimas del refinamiento, la intención sabia y el virtuosismo dentro de la música de rock popular moderna y son acaso, de camino, el fino termómetro que podría medir, según a quién, la sensibilidad o la sordera, la barbarie o la civilización.

Ahora tenemos, en cambio, el pasmo de contemplar a unas cuantas agrupaciones indistinguibles de chavales del “insti”, suelen ir de cinco en cinco, que ya se han creído artistas aunque son la evidencia de la nula originalidad, de la inspiración ausente y del soso adocenamiento de una industria que revive, con el respaldo arrasador de la telefonía, su mediocridad y sus peores miserias.
¿Remontaremos este páramo de decadencias?

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