viernes, 27 de septiembre de 2013

Y III: Hipócritas por doquier



recomiendan tu abdicación, Majestad, y no confiesan que como paso intermedio para luego (con un heredero tuyo que va a tener menos experiencia, menos respaldo y simpatía populares y acaso menores cualidades en general que tú) proseguir hasta desmontar la monarquía, supongo que para sustituirla por una república verbenera y fracasadora como ya tuvimos. Para ello están aprovechando algún supuesto error, o así llamado, de tu conducta, alguna debilidad siempre humana, varias sospechas difundidas de modo interesado y tendencioso y tu paso frecuente por los quirófanos.
El número de los ingratos y de los maniobreros en España tiene demasiadas cifras. En relación a lo tuyo, Majestad, yo no me cuento entre ellos.
Y eso que los borrones, sintiéndolo mucho, han ido asomando. Y que la edad te está pasando factura poco misericordiosa, no hay más que ver la ristra de operaciones que llevas en la panoplia, y eso que te envalentonas y al pie del cañón, con los embajadores hasta el último momento, con lo que se encarte, estirando la gallardía y la broma del “taller” al punto de que (siempre impropios, imprecisos, imprudentes) digan los bobos de las noticias que afrontas las “molestias” de la cadera, cuando deben ser dolores rabiosos y nada menos que 75 años. Así que, Sire, ojalá que podamos recobrar algo de lo perdido, que será señal de que el balandro (aquél en el que te hacía el maestro Umbral cuando lo llamaste para felicitarlo por el premio) navega de nuevo con cadencia garbosa y favorable empuje del viento.

1 comentario:

  1. No puedo más que estar de acuerdo. Si un defecto, sobre todos los demás, tenemos los españoles es el de ser desagradecidos. Olvidamos pronto, muy pronto, los favores y servicios y los transformamos en obligaciones de aquellos que nos los hicieron o prestaron

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