Demasiado zafio para merecer la denominación de aquelarre, el surtido de cobardes y tramposos, que se adornaba con patética pompa para escenificar la reunión, sólo ha conseguido malgastar, como siempre, tiempo y dinero de los ciudadanos en añadir otra losa más al siniestro chiringuito de sus enconos, sus impotencias y su mala fe.
Como payasos sin gracia del peor de los circos, apenas han llegado al acuerdo de pedirle a Tarantino un título que los designe como colectivo pringoso, tan inspirado como en su día quedara el de "Malditos bastardos".