Por ahí andan, sentando cátedra con sus opiniones, sus afantasmadas prepotencias, sus vanidades frívolas a más no poder; encumbrados en el vértigo de la "importancia" sobrevenida y arrebatados por ese ciego y tumultuoso carro de Elías que suponen los internetes de la más loca globalización.
Como virus alternativo, anteriores al corona ese que tiene nombre de cigarro cubano. Aclamados por las legiones de tontos útiles al "negociete" que, en progresión más que geométrica, vienen perdiendo todos los nortes habidos y por haber, seducidos como nunca antes por esta suerte de droga que desde sus chiringuitos virtuales expelen, expiden, expenden esos "jetas" espabilados que reciben la ya estúpida etiqueta de "INFLUENCERS".
Los hay de sexo masculino, de "sexa femeninista" y también híbridos, como los automóviles. "Dando ejemplo", predican sus chorradas desde las poderosas plataformas digitales, embaucando por millones de dinero a millones de borreguitos desdichados y autosatisfechos que, como dice Claudio interlocutor, colman sus más selectas aspiraciones, satisfacen sus desvelos más sutiles con la caña de cerveza y la excursión aérea "low-cost" a Amsterdam, meca del cosmopolitismo, ya te digo.
¿Qué chavales, qué adolescentes esquivarán con éxito la tentación de "forrarse" como esos parásitos famosísimos, en vez de optar por el respeto propio y merecido del esfuerzo, la madurez gradual, la verdadera formación como personas, optar por estos valores desaparecidos, acreedores incluso de la contemporánea mofa?
En ese "mundo caprichoso, superfluo, absurdo y banal" que decía el letrista de "Una singular debilidad"/SOLERA, ¿queda sitio para algo que no sea el descrédito o la mema ignorancia?
Convendría salvarlo.
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