Querido Quim (creo que, después de nuestra deliciosa reunión, me permitirás que te llame así):
Te confieso, con la confianza que nuestras respectivas confidencias han establecido entre nosotros, que andaba yo algo receloso de que, por tu insuperable sentido del humor, me recibieras encargando a tus encantadores CDR una SuperBowl con lanzamiento de adoquines, contenedores incendiados, clamorosos abucheos y las otras delicadas muestras de énfasis y afirmación ideológica que tan de vuestra compartida escuela son características notorias.
Y en cambio... qué satisfacción, qué hondo placer, tascando la gloria (que, por cierto, siempre merezco) de pasar revista, contigo a mi lado, a tu admirable casi Guardia Varega, que bien puede equipararse sin complejos a la Guardia Suiza del Pontífice en el Vaticano y a los "armaos" resplandecientes de la Macarena, ya te digo. ¡Rindiéndome honores, en sus vistosos uniformes de diseño vanguardista, trasunto contemporáneo de lo que fueran, en doradas épocas, coraceros u otro resonante cuerpo de élite! La primorosa marcialidad de esos mozos no desmerece para nada, para nada, de la solemnidad con la que has tenido el detalle de revestir un encuentro que tenemos que repetir, "por fa", cuanto antes y que reforzará sin duda los lazos florecientes de nuestra intimidad.
Tu Pedro.
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