Con moderada alarma y un interés de cuya sinceridad mi residual inocencia no se atreve a dudar, un dilecto hombre de leyes, distante en la geografía que no en los afectos, y que luce en su nombre resplandores de pontífice y pastelillo, me honra con su atención e inquiere por mi salud, que hace bien en suponer quebrantada y algo responsable, aunque no la única, de estas pausas que menudeando van y vienen por este "blog".
No sostendré yo que la discontinuidad que manifiestan hogaño estas reflexiones dieran imposible pábulo a sus cautelosos barruntos; que semanas hay en que la nómina de bajas acusa incrementos siempre alevosos y ya dice el refrán que "cuando las barbas de tu vecino veas pelar...etc." como sin duda recordarán Vuesas Mercedes.
Así que por el teléfono fijo, el de verdad, de toda la vida de Dios, cruzamos recíprocas informaciones y nos damos viejas (porque nuevas sería presuntuosa e indebida hipérbole) de nuestros aconteceres; quedando -- por ahora -- aclarada la futilidad del negro presentimiento que otros dirían sospecha y en todo caso (OTROSÍ DIGO) pendiente de recurso ante la instancia correspondiente que, no en vano, si no en el estribo, a saber dónde tenemos ya el pie.
De mi casa, y suyo afectísimo, le digo que queda el Hipocampo.
El pontífice del pastelillo agradece a Vuesa Merced la deferencia
ResponderEliminar