No son de Caracalla
sino de Río Hondo
las termas donde el temple
no descarta el honor.
Esforzados jinetes
a lomos de sus "bikes",
una danza perfilan
con sones de motor.
Volcándose en las curvas
hasta lo inverosímil,
combinan experiencia
con técnicas valientes,
mientras hay quien flirtea
con la temeridad,
el arrojo y la muerte:
su última verdad.
Los sencillos mortales,
domésticos, gregarios,
acatamos las normas
de los cambios de horario
que inexplicablemente
sigue imponiendo Europa.
Incógnitos paisanos,
cansada mansedumbre:
gloria y remotas copas
(con envidia nostálgica
de esas galaxias mágicas)
mira la muchedumbre.