Deben ser necesidad de procedimiento, escrúpulo legal, requisitos y exigencias, cosas así, los porqués de llevar a cabo las declaraciones de los testigos.
Toda vez que el escándalo evidente, los sucesos de aquellas, y tantas, jornadas se enseñaron de sobra por la "tele", incluso a pesar de los corta y pega y las manipulaciones y fragmentaciones del bando "progre", la demagogia de la propaganda separatista y el monumental cinismo con el que los tramposos mintieron y mienten en todo el asunto.
Así que la horda nunca se comportó ni se comporta como las falsas églogas que sus promotores pintan, sino con una general conducta mafiosa cuyo extenso repertorio de amenazas y agresiones quedará como un catálogo de barbarie difícil de superar: ni pacífico civismo ni sonrisas democráticas. Y es que cuando la cara es el espejo del alma, la gárgola, Cuixart, es un especial caso de mala suerte.
A mi jurista de cabecera (que también lo tengo, como al médico) estoy por preguntarle qué le parece.
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